ELLA, ESTOICA, DESDE SU EQUILIBRIO PRECARIO NOS OBSERVA.





TEATRO NEGRO. Cristina Lama. Pintura. Galería Manolo Alés. Plaza Fariñas, s/n. La Línea de La Concepción (Cádiz). Del 22 de febrero al 22 de marzo de 2008.


Vaya noche la de la ayer viernes. Lluvia y viento, sobre todo lo segundo,: el levante húmedo que empezó a azotarnos hace diez días y que sólo ha descansado uno para seguir con su inmisericorde látigo calador de tejidos, pieles y carne, hasta enquistar su salitre en el hueso. Si poca gente podía esperar verse en la calle, en los bares y demás negocios, menos aún podían esperarse en la inauguración de una exposición de pintura posmoderna. Pero cómo se puede uno privar de asistir a lo poco, poquísimo que se oferta en este territorio, en el que padecemos el olvido institucional a todos los niveles. Hay que asistir a estos actos con la misma devoción que los creyentes acuden a Lourdes o al Vaticano.

Sabemos donde vivimos y quien habita alrededor de los escasos locales de acontecimientos artísticos de interés que existen en nuestra comarca. Llevamos años oyendo esas voces decimonónicas que preguntan ¿por qué pintan tan mal los jóvenes?, que no saben enfrentarse a una obra de arte contemporáneo. O acaso, es una gran parte del arte contemporáneo el que no sabe presentarse ante el espectador, anclado quizás en unos presupuestos ya agotados que apelan a su superación (1). Pero esta discusión puede esperar, nos aguardan los cuadros de Cristina Lama.



INMEDIATEZ DEL PSICOANÁLISIS

Al entrar en la sala, me asalta el discurso pictórico de Cristina Lama, con la misma inmediatez con la que ha sido pintado. Sé que habré de detenerme ante cada cuadro y leer (en sentido estricto) los signos-símbolos de sus mnsajes codificados a modo de jeroglíficos. Pero ya hay síntomas que evidencian algunas fuentes clave de lsi representación icónica y que remiten a la pintura prerenacentista, aquella que sin la perspectiva representaba el espacio en los cuadros de Giotto y los primitivos italianos. Si Picasso (y Braque, y Gris) destruyó cinco siglos de tratamiento espacial sometido a reglas disciplinadas, inspirado en el arte africano, no es menos cierto que también se recuperó al mismo tiempo una parte de la visión "preperspectívica", y que la modernidad, y la posmodernidad (de manera casi absoluta), han adoptado como rasgo de identidad, tal vez por su proximidad a una inocencia querida. Cristina Lama es una artista posmoderna que pinta, cuya formación es no pictórica (académicamente hablando), sino escultórica (talla en madera) y dibujística por ende. Pero eso no es óbice para utilizar la pintura como lenguaje a través de cual encauzar sus obsesiones, sus instantáneas subconscientes, con el mismo desparpajo con el que uno se derrama en el diván del psicoanalista (más si éste es familia suya). Su formación autodidacta en lo pictórico, atiende a la circunstancia común de lo posmodern: la innecesidad de la técnica y el primado del significado, del contenido, en detrimento de ese concepto que durante siglos ha dictado sus leyes sobre el arte, hasta que se ha visto destronado: la belleza. La anulación de las normas académicas en cuanto al uso del color y los procesos más culinarios de los productos, es otro rasgo que apunta hacia la urgencia por transgredir lo establecido en favor de la comunicación del mensaje. No importa el cómo, sino el qué.



El uso del negro, desterrado de la paleta por los impresionistas, cobra mayor relevancia si cabe desde el mísmo título de la exposición, también el de un cuadro, que quizás sea el menos privado de la artista, por cuanto expresa una visión crítica sobre el mundo exterior. Oscuros poderes manipulando a los actores , meros maniquíes ante los espectadores situados no en su lugar, sino inscritos en el fondo de la escena, como presos condenados a asistir a un espectáculo del que no hay escape. Es el Teatro Negro del espectáculo que Cristina Lama vislumbra al mirar la realidad. Es la realidad desoculta por la mirada de la artista.


ACORDES DE VIOLÍN EN MEDIO DE UN RAP




He percibido, a tenor de lo que comento con algunos compañeros en la exposición, la presencia de lenguajes distantes conviviendo en el discurso. Palabras o citas que evidencian las contemplaciones de la pintura antigua, la fijación modélica y su inesperada aparición en el proceso creativo. Véanse esas piernas del personaje de ese cuadro que nos presenta una familia en un espacio de separación, de individualización incomunicativa, de perpelejidad, de femeneidad (el hombre en un segundo plano). Es un trozo de pintura que ya conocemos, propio de una representación conocedora de sus propias normas técnicas. Y esto, convive con un lenguaje mucho más depurado de tecnicismo, más directo e inmediato, como unos acordes orquestales podrían hacerlo en el seno de un concierto rap. Si esto es idóneo o no, el tiempo lo dirá, pero en mi paladar, detecto la disonancia que aún debe, o bien depurarse hasta su eliminación, o bien adecuarse, hasta encontrar su lugar. Su voz, aunque propia, conserva aún demasiados débitos con una generalidad estética de la que debe distanciarse, para que el discurso no sea lo único singular. Pero claro, decir esto, en el caso de una artista tan joven, es decir lo normal, lo natural.


SIGNOS-SÍMBOLOS Y DISCURSOS CONTRADICTORIOS

No escribiré aquí acerca de las concomitancias entre la obra de Cristina Lama y cierta obras de otras artistas "que de alguna manera inexplicable y congruente, se conjugan en algunos de los latidos del arte actual de Cristina Lama", en palabras de Sema D'Acosta en el prólogo del catálogo. Estás hilaciones, corresponden a la interpretación más psicoanalítica y subjetiva del incosciente de la obra, y al final, en mi opinión, a través de la subterraneidad del inconsciente colectivo, uno puede acabar estableciendo relaciones entre la comba y los Mohai de la Isla de Pascua. Pero si me mostraré de acuerdo con señalar la presencia de las herencias sensibles, como las de Maruja Mallo o Frida Kahlo (no así con Gabrielle Münter, cuya obra me resulta sólo relacionable con la de Cristina Lama en el hecho de que ambas son mujeres). Y es que, ustedes me disculparán, no estimo pertinente hacer una crítica en este caso desde la perspectiva de la dicotomía femenino-masculino, porque, si bien es obvio que Cristina Lama es una artista, me importa especialmente en la observación de su obra las relaciones asexuales con otras obras. En este sentido, el lenguaje plástico que observo, es asexual, en el sentido de que no lo entiendo como propio y exclusivo de lo femenino, sino perteneciente a una dimensión de acceso libre al margen del sexo. Lo que de veras importa en ella, es lo que de nuevo tenga que decirnos, más que la manera de decirlo, y creo que sabe y tiene qué decir.



En la pieza "Puerta entreabierta", una de las más afortunadas en mi opinión, el personaje que está en el espacio (interior), piensa en pájaros, mientras que el personaje que está en el espacio opuesto (exterior), piensa en jaulas, y al mismo tiempo, el primer personaje sostiene un elemento que remite a los bocadillos de la historieta, ocupado por macetas, contenedores de tierra donde enrraizarán plantas, pero en este caso, las macetas están vacías. Hay en este cuadro un discurso sobre el hogar como prisión, como vacío, como deseo y generador de sentimientos contradictorios. Y esto se encarna en un proceso que ha ido eliminando todo elemento innecesario mediante ese blanco que no termina de esconder las capas anteriores, ese gusto por la transparencia. Estos temas se repiten en formas similares o parecidas, en otras obras: la presencia de la jaula, a veces casi como escultura minimalista, o la presencia de objetos relativos a la infancia de la artista, como el robot (trasunto de la máquina autómata cartesiana y comentado en el texto del catálogo).



ACTANTE Y TESTIGO.

























Tal y como encara el proceso creativo, en palabras de la propia artista, no hay una conceptualización ni una intelectualización exahustivas ante la obra, sino que el proceso deviene en construcción viva y sin diseños a priori (salvo la mínima composición previa que a veces respira evidente en la obra final, en forma de trazos de carbón, o de transparencia que generan cierta ilusión de movimiento), y que enmarcan la posmodernidad de Cristina Lama en un marco anterior que pertenece a la modernidad. Es un arte que sigue siendo gestáltico, producto del avance del/la creador/a en una oscuridad que va iluminando a golpes de intuición, por medio de esa brújula del saber qué se quiere decir. Si la belleza era el fin de la gestalt moderna, la concrección del mensaje sin adornos es el de esta gestalt posmoderna. En común tienen la mismidad del artista como fondo y centro de sus obras, inseparables de ella, y así, Cristina Lama es la testigo y la protagonista en los escenarios de estos espectáculos de teatro negro que son sus cuadros, como esa cabra castiza que se muestra en equilibrio para la mirada del ojo, sola en un escenario vacío, consciente de ser el objetivo de la atención, de ser el espectáculo para los otros, pero sabedora en su estoicismo manifiesto que el espectáculo es lo que la rodea.

HOJA DE DERIVA.

el arte que espero:

- desoculta la verdad.
- con la virtud de Peito.
- apela a la mente y a los sentidos por igual.
- critica al tiempo que propone.
- presenta futuros posibles.
- transforma nuestra visión del mundo.

LA VIRTUD DE PEITO

¿Es legítimo juzgar una obra de arte contemporáneo desde la óptica de la moral, o de la ética? Si entendemos que la posmodernidad ha liberado a la obra de su sometimiento al concepto de belleza, y que cualquier cosa puede ser una obra de arte si mantiene esa relación dantiana entre significante y significado, no. Lo correcto sería hacer la crítica de la obra sobre los polos de pertinente e impertinente. La nausea provocada a ciertos artistas por un mundo inhumano los legitima para adoptar estrategias de producción terroristas que derivan en obras acusatorias, lacerantes, provocadoras, como testimonio y ¿crítica? de su desacuerdo con la realidad. Obras como las performances de Mc Carty, las instalaciones de Santiago Sierra o la reciente y escandalosa muestra conocida como el perro de Habacuc, se enmarcan en esta estrategia agresiva en lo que lo asqueroso, lo abyecto, lo cruel, se convierte en la estrella estética del discurso.

Un ataque a estas obras que olvide la posibilidad de una crítica pertinente, peca de moralismo pudibundo, mostrando las propias contradicciones internas de quienes las suscriben. Creo que para efectuar una crítica de estas obras, hay que comprender intrínsecamente la esencia del arte contemporáneo y tener en cuenta las argumentaciones de los artistas que lo practican en este sentido. Sin afán de justificar nada, mi interés es más reflexionar y argumentar de manera racional en torno a esta fenomenología. Tomemos como ejemplo el perro de Habacuc.

Habacuc, que es el nombre del autor de la obra, capturó a un perro callejero, lo ató en el interior de una galería, en la pared escribió la frase "eres lo que lees" con comida para perros (pienso). Luego, el resultado de este montaje es confuso: hay declaraciones que afirman que al perro se le alimentaba, que no murió sino que escapó, otras que afirman que murio de hambre. Finalmente, la consecuencia de la obra, y de estos modus operandi de los artistas de esta corriente, es la aparición de una encendedida hiperpolémica que trasciende a la propia obra, y deviene en una dialéctica sin fin entre defensores y agresores. Esta hiperpolémica se convierte en el fin más estimado y deseable por sus autores para estas obras, manifestando la capacidad del arte (más allá de su legitimidad o aceptación) para generar activaciones apasionadas de las opiniones públicas (lo mismo sucedió, recordemos, con las obras de los Manet y los impresionistas a finales del siglo XIX; fueron atacadas desde un punto de vista artístico, pero también moral).

Creo, distanciándome de sentimientos, que el arte ha atravesado un periodo de "ilimitaciones" (aún persistente) en el que se ha dado rienda suelta a todas las propuestas y experiencias ideadas por los artistas más deseosos de construir discursos desde las estéticas de lo opuesto al canon tradicional. La justificación esgrimida para ello es, por un lado, la apelación a la libertad de expresión para discursear sobre conceptos que bajo otros modos quedarían poco expresados; por otro lado, el deseo de afectar a la conciencia de los espectadores para despertarla ante realidades tan, o más inhumanas, que la propia obra. Los argumentos contrarios a estas manifestaciones son, a mi entender, agrupables en dos grandes bloques: los ataques a la obra desde el punto de vista moral de la inaceptabilidad del sufrimiento o vejación de ningún ser vivo para hacer arte; y las críticas relativas a la pobreza artística del autor por su incapacidad para elaborar un discurso sobre ese mismo tema sin tener que recurrir a lo que denominaríamos snobismo mercantilista, o marketing brutal. Esta segunda crítica me resulta más pertinente, en la medida en que al menos se efectúa desde lo intrínseco.

A tenor de todo esto, si aceptamos, fríamente, este periodo artístico como un periodo pertinente al propio devenir del arte en relación a su contemporaneidad histórica (repleta de casos de inhumanidad), la pregunta que me parece más natural sería si a pesar de poder considerar como pertinentes estas obras (desde la teoría del arte más desprovista de elementos extraartísticos), ¿no ha llegado el momento en que su presencia es ya innecesaria, de que son una parte de la evolución del arte que se extingue en su cansina fórmula, repetida y fácil, y que debe procederse a adoptar nuevas posiciones y actitudes para, manteniendo la esencia del arte, acceder a nuevas obras, nuevos significantes cargados de significado que no actúen como focos de desencanto, sino como focos de encantamiento?. Quiero decir con esto, que la tarea del artista contemporáneo no es ya la provocación, ni la denuncia, ni la mera presentación de lo injusto obvio con lo que convivimos, sino la propuesta de lo que puede ser posible, la presentación y afirmación de un futuro distinto del que se nos programa. Y hacer esto, además, presentándolo bajo formas capaces de apelar a los sentidos y al intelecto de manera no agresiva, enseñar no mediante gritos y golpes, sino mediante la virtud de Peito (aquella figura mítica de la tragedia griega): la persuasión por la seducción amable y sincera, el milagro de la magia. Es algo, naturalmente, más difícil, pero ya es sabido que más fácil es destruir que crear.

EL TEMA DEL ARTE

ÉTICA, (del latín ética y del griego etikós [traducir a alfabeto griego]. Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre.
MORAL: PINCHA .
ÉTICA: PINCHA TAMBIÉN.

Si el gran tema de la útlima década del siglo XX y aún del XXI en el arte fúe la belleza, el gran tema del arte hoy es la ética y la moral. ¿Es una obra de arte el Perro de Habacuc, o los proyectos de Santiago Sierra?. Pues sí. Personalmente los encuentro obras de arte pertinentes en relación a su contexto histórico temporal.

Pero a mì no me valen, ni como ciudadano, ni como artista. Mi punto de partida tiene que estar un paso más allá de la obra de estos artistas. Porque mi punto de partida es el futuro, que debo afirmar, y antes de afirmarlo, debo presentarlo (ergo, está por crear, ergo debo superar el presente), y ese futuro no puede ser por tanto, un pasado o presente a criticar.
Algunos lo llaman utopía.
Pero la utopía pertenece al Sueño, y yo estoy despierto, al menos cuando no hago la siesta, costumbre nacional, que deberán aceptar los inmigrantes (según algunos).
Bromas aparte. La gran cuestión del arte hoy, es su moralidad o inmoralidad, en un mundo en el que de momento, lo religioso aún está por solventar: Luego habría que buscar y hablar en propiedad de una "moral laica".
Pero cómo, si la "bondad" está a punto de morir arrojada desde el piso XXI de la demoracia: No lo hagais, canallas, lo lamentareis -dice ingenuamente, incrédula por los cuernos que le han puesto sus amantes con la demagogia- . Y ya se cierrran sus ojos...

TO BE CONTINUED.

FEBRERO EN MADRID ES MÁS QUE UNA FERIA.

Del 13 al 18 de febrero se celebrará en Madrid la edición 27 de ARCO, la feria de arte contemporáneo más antigua de nuestro país. En paralelo, del 13 al 17, se celebra la tercera edición de ART MADRID, otra nueva feria surgida como surgen los champiñones tras las lluvias. Es llamativo que la mayoría de artículos sobre esta noticia, hablen muy asépticamente sobre esta circunstancia, incluso "para los organizadores de Art Madrid el hecho de que el Salón coincida con la celebración de ARCO, durante un mes en el que pueden verse multitud de propuestas artísticas en Madrid, lejos de ser un inconveniente, es algo positivo, ya que contribuye a equilibrar el mercado del arte fomentando el coleccionismo." Ahí se les ha visto el plumero. Todo esto huele a la competencia que se ha establecido entre dos grandes sectores del mundo del mercado del arte en España, por un lado, las galerías de ARCO y por otro las excluidas de su esfera. Es curioso que este año, ninguna galería andaluza haya sido incluída por el comité de selección de ARCO entre las participantes. Ni siquiera la histórica Magda Bellotti, que estuvo presente desde la primera edición de la feria, pero que desde que se trasladó de Algeciras a Madrid, parece haberse ganado enemigos que antes la contemplaban como una inocua galería del extrarradio andaluz (lo cual habla del peso ínfimo de Andalucía en el mundo del arte). Lo mejor que podemos decir es que la lucha por el pastel de los coleccionistas revierte en una amplia oferta para el espectador; que les aproveche si se dan un garbeo por la capital, porque además de estas dos ferias, encontrará un amplio abanico de exposiciones. Destacan por su magnitud, la dedicada a Picasso en MNCARS (que estrena dirección) y la dedicada a Modigliani, que coorganizan el Thyseen y la Fundación Caja Madrid. El mes de febrero es un época inmejorable para darse un hartazgo de arte en Madrid


ARCO Entrada General: 32 € / EG+Catálogo: 63 € / Estudiantes: 21 € / EE+Catálogo: 47 €
ART MADRID Entrada General 10 € / Niños (hasta 12 años): 5 € / Catálogo: 15 €