La única presencia española en la última Bienal de Venecia, es un vídeo de la pareja de artistas Bestué/Vives, en la que desarrollan una serie de acciones artísticas en su entorno doméstico, desde un presupuesto burlón, humorístico, absurdo, vaya, un rosario de ocurrencias que desvirtúa y pone cabeza abajo la normalidad que rige nuestra relación con el espacio de nuestra existencia cotidiana. He visto fragmentos del vídeo en youtube, y entre otras acciones, recuerdo: coger una maceta del hall del edificio y exponerla en el balcón de su piso; construir con las piezas de la vajilla, las cacerolas, sartenes, etc. una fuente en la cocina, alimentada por el grifo del fregadero; torturar involuntriamente a un perro; o el ninja en el techo que aparece en la imagen. Todo es muy divertido y muy gracioso, casi me han hecho reir tanto como los Monty Python. Al parecer, todo esto tiene mucho contenido conceptual, que no niego, según las palabras de Miguel Ángel Navarro, un teórico al que sigo a través de su blog, de donde he copiado y pegado la mitad de esta entrada. Lo que dice tiene mucho sentido.

Por otra parte, “Hacer mundos”, el título de la exposición [de la Bienal], se expresa en esta serie de acciones de casa a través de la creación de nuevas maneras de habitar los mundos que ya están hechos. El artista contemporáneo se ha dado cuenta de que ya no es posible la creación ex nihilo, sino que hay que re-crear, jugar con las cosas que ya están dadas de antemano. La única posibilidad para la libertad del individuo está en reinventar su relación con las cosas y proponer alternativas a los usos prefijados de los objetos. Alternativas absurdas, aberrantes y sinsentido, pero que, en ocasiones, pueden convertirse en estrategias políticas de resistencia. Se trata de tomar conciencia del espacio que nos rodea, y para eso es necesario desnaturalizar todos el orden de las cosas, aunque eso suponga guardar los calzoncillos en los cajones de la cocina.

Recordarán ustedes ejemplos de reinvención de relación con las cosas y propuesta de alternativas a los usos prefijados de los objetos, aquella rueda de bicicleta que Duchamp incorporó a un taburete, o aquella plancha de Man Ray que tenía pinchos en su zona noble; o más cercano, la película El milagro de P. Tinto, en la que los extraterrestres abrían las botellas de gaseosa con la figurilla de un santo, aprovechando el simulacro de la orla de santidad.







Estoy de acuerdo en que estas alternativas absurdas, aberrantes y sinsentido, pueden, en ocasiones, convertirse en estrategias políticas de resistencia. Ahora bien, me surgen muchas preguntas: ¿es una estrategia política de resistencia una obra seleccionada oficialmente para la Bienal de Venecia (o cualquier bienal o similar)?; ¿no son esferas de normalización y regulación hasta la asfixia todos los eventos oficiales del arte?; ¿la correspondencia entre ese ninja en el techo y una obra de resistencia, no sería más exacta si la obra se expusiera fuera de la normalización, es decir, fuera de un evento artístico sacralizado?; ¿no son zoológicos llenos de fieras enjauladas estos eventos?; y así podría seguir un buen rato.

La cuestión final es que la sensación que me deja esto es, por decirlo con una correspondencia, como ese ejemplo clásico de la mano cuyo dedo índice señalaba la luna, y que según los chinos, no tiene más consecuencia que el hecho de que la mayoría mire al dedo. Para ver la luna, me parecen más adecuados los ejemplos que siguen, descargados del blog de Oliver Bishop-Young. Esto si es reinventar su relación con las cosas y proponer alternativas a los usos prefijados de los objetos. Alternativas absurdas, aberrantes y sinsentido, pero que, en ocasiones, pueden convertirse en estrategias políticas de resistencia. Se trata de tomar conciencia del espacio que nos rodea, y para eso es necesario desnaturalizar todos el orden de las cosas. Pero por supuesto, en esta sociedad del espectáculo, lo que no faltan son argumentaciones justificativas de lo que se decida tiene que ser lo correcto.

















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